domingo, 21 de noviembre de 2010 | By: FiloPride

El cuento medieval: Realismo literario

Conocimiento
sobre la realidad mercantil de su tiempo que tenía Boccaccio
 Una siciliana le quita con destreza a un mercader lo que ha
llevado a Palermo; y él, haciendo que ha vuelto con mucha más mercancía
que antes, pidiéndole dinero prestado, le deja agua y estopa.


“En las ciudades costeras que tienen puerto solía haber, y tal vez aún hoy la
haya, una usanza por la que todos los mercaderes que llegan a ellas con
mercancías, haciéndolas descargar, las llevan todas a un almacén que en
muchos lugares se llama aduana, mantenida por el “comune” o por el señor de
la ciudad; y allí dándoles a los empleados por escrito toda la mercancía y el
valor de ésta, estos le dan al mercader un depósito donde él coloca su
mercancía y lo cierra con llave; y los mencionados aduaneros escriben
después en el libro de la aduana a nombre del mercader toda su mercancía, y
luego hacen que el mercader pague sus derechos por toda o por parte de la
mercancía que saque de la aduana. Y por este libro de la aduana muchas
veces los intermediarios se informan de la calidad y de las cantidades de las
mercancías que allí hay, y también quiénes son los mercaderes que las tienen;
con quien ellos luego, según les surge la ocasión, tratan de cambios, trueques,
ventas y otras operaciones.
Y esta usanza, como en otros muchos lugares, se daba en Palermo, en
Sicilia, donde igualmente había, y aún hay, muchas mujeres bellísimas de
cuerpo pero enemigas de la honestidad, que, por quienes no las conocen,
serían y son consideradas grandes y honestísimas damas. Y habiéndose dado
por completo no a afeitarles, sino a esquilarles, cuando ven a un mercader
forastero, se informan de inmediato por el libro de la aduana de lo que tiene y
de lo que puede lograr; y después con sus actos agradables y amorosos y con
dulcísimas palabras tratan de seducirlos a estos tales comerciantes y
arrastrarlos a su amor; y han arrastrado ya a muchos, a quienes les han
arrancado de las manos buena parte de su mercancía, y a muchos toda; y los
ha habido que tanto la mercancía como el barco, como la carne y los huesos
se han dejado, tan suavemente ha sabido la barbera manejar la navaja.
Pero, no hace mucho tiempo, sucedió que, enviado por sus patronos, llegó
allí un joven florentino nuestro llamado Niccolò de Cignano, aunque se le
llamaba Slabaetto, con muchos paños de lana que le habían sobrado en la
feria de Salerno, que podían valer unos quinientos florines de oro, los puso en
un depósito y sin mostrar mucha prisa en despacharlos, comenzó a irse a
divertir de vez en cuando por la ciudad. Y como era blanco y rubio y muy
agradable, y tenía una buena presencia, sucedió que una de esas barberas,
que se hacía llamar doña Biancofiore, habiendo oído algo de sus asuntos, le
puso los ojos encima; y cuando él lo advirtió, considerando que fuese una gran
señora, se imaginó que le gustaba por su belleza, y se pensó querer llevar muy
cautamente ese amor, y sin decirle nada a nadie comenzó a pasar ante la casa
de ella. Y ella, al advertirlo, después de que durante varios días le hubo
encendido bien con los ojos, mostrando que se consumía por él, le mandó en
secreto a una de sus mujeres que sabía hacer perfectamente de rufiana. La
cual, casi con lágrimas en los ojos, después de muchas historias le dijo que él
con su belleza y su agrado había conquistado de tal modo a su señora, que
ella no encontraba reposo ni de día ni de noche; y por ello, si él quisiese, ella
deseaba más que nada poder encontrarse con él secretamente en unos baños,
y tras esto, sacándose un anillo de la bolsa, se lo regaló de parte de su señora.
Salabaetto, al oír esto, fue el hombre más feliz que nunca hubiese (...)”
 
CUENTO IX. LO QUE SUCEDIÓ A LOS DOS CABALLOS CON EL LEÓN 
 
Un día le dijo el Conde Lucanor a su consejero Patronio:
-Patronio, hace mucho tiempo que yo tengo un enemigo que me ha hecho
mucho daño y yo a él, de modo que estamos muy desavenidos. Ahora sucede que
otra persona mucho más poderosa que nosotros dos está empezando a hacer
ciertas cosas de que ambos tememos nos pueda venir mucho daño, y mi enemigo
me propone que hagamos las paces para defendernos, pues si nos juntamos lo
podemos hacer, mientras que separados nos podrán destruir al uno y al otro muy
fácilmente. Yo no sé qué resolver, pues temo, por una parte, que mi enemigo me
quiera engañar y que si hacemos las paces habremos de fiarnos uno del otro, con
lo que tendrá ocasión para apoderarse de mí o matarme, y, por otra parte, estoy
persuadido que si no nos hacemos amigos nos puede venir mucho daño por lo
que os he dicho. Por la confianza que tengo en vos y en vuestro buen criterio os
ruego me digáis lo que de esto os parece.
-Señor Conde Lucanor - dijo Patronio-, la cosa tiene sus dificultades. Me
gustaría que, para comprender qué es lo que os conviene, supierais lo que
sucedió a dos caballeros que vivían con el infante don Enrique en Túnez.
El conde le pidió que se lo refiriera.
-Señor conde - comenzó Patronio-, había dos caballeros con el infante don
Enrique en Túnez, que eran muy amigos y que vivían juntos. Estos dos caballeros
no tenían más que dos caballos, y tanto como los dueños se querían bien, los dos
animales se querían mal. Los dos caballeros no eran tan ricos que pudieran tener
distintos aposentos para cada uno, pero tampoco, por la mal querencia de sus
caballos, podían compartirlo, lo cual les era muy enojoso. Cuando pasó tiempo y
se convencieron de que la cosa no tenía remedio, dijeron al infante lo que les
pasaba y le pidieron les hiciera el favor de echar aquellos caballos a un león que
tenía el rey de Túnez. Don Enrique habló con el rey, quien pagó muy bien los
caballos a sus dueños y los mandó meter en un patio, donde estaba el león. Al
verse los caballos solos en el patio, porque el león aún no había salido del lugar
donde estaba encerrado, se atacaron con mucha saña. Estando ellos en lo más
duro de su pelea, abrieron la puerta al león; al salir éste los dos caballos
empezaron a temblar y a acercarse mucho el uno al otro. Cuando estuvieron
juntos se quedaron quietos un momento, se fueron los dos luego para el león y lo
pusieron tal, a coces y a bocados, que hubo de meterse en el mismo lugar de
donde había salido. Desde entonces fueron tan amigos los dos caballos que
comían muy a gusto en el mismo pesebre y dormían el uno junto al otro. Esta
amistad nació en ellos del miedo que a los dos les infundió el león.
Vos, señor Conde Lucanor, si creéis que ese enemigo vuestro teme mucho al
otro y os necesita a vos, porque comprende que solo con vos se puede defender,
y ello hasta el punto de olvidar el daño que os habéis hecho, pienso que del
mismo modo que los caballos se fueron acercando hasta que perdieron el recelo
mutuo y estuvieron seguros el uno del otro, vos acabaréis por inspirar confianza a
vuestro enemigo y perderle el miedo. Y si constantemente halláis en él buenas
obras y lealtad, de modo que estéis moralmente cierto de que en ningún tiempo,
por seguro que esté, os hará daño alguno, haréis muy bien en ayudarle y en
pedirle auxilio para que no os destruya un tercero, pues mucho debemos favorecer
y mucho debemos disimular a nuestros parientes y a nuestros vecinos para ser
por ellos defendidos contra los extraños. Si viereis, por el contrario, que vuestro
enemigo es de tal condición que cuando le hubierais ayudado y hubiere salido por
vos del peligro, al tener en salvo lo suyo se revolverá contra vos, de modo que no
os podéis fiar de él, haríais mal en ayudarle, sino que debéis alejaros de él,
considerando que si en tanta apretura no quiso deponer la mala voluntad que
antes os tenía y esperó a que de nuevo las circunstancias le permitieras haceros
daño, no debéis ayudarle de ninguna manera a salir del peligro en que esté
metido.
Al conde agradó mucho lo que le dijo Patronio y vio que le daba un consejo muy
bueno. Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo mandó escribir en este
libro e hizo unos versos que dicen así:
 
Estando protegido de otros daños,
evitad que os lo causen los extraños.
 
Aspectos relacionados sobre el Cuento de Boccaccio
 
1. Cita cuatro rasgos de la vida mercantil de la época de Boccaccio.
Aporta detalles muy certeros sobre esta realidad, como: 
 
· Vida del puerto en las ciudades costeras
· Aduana
· “Comune”: municipio.
· Libro de la aduana, donde se apuntaban datos de interés sobre las
mercancías que entraban al puerto y los mercaderes que las traían.
· Florines
 
2. Incide en el realismo la cita de lugares concretos. ¿En qué ciudad se desarrolla
el cuento?
Palermo, en Sicilia.

3. Por lo que dice el autor. ¿A qué tipo de damas crees que se refiere aunque las
califique de grandes y honestísimas?
Eran famosas las cortesanas de Palermo. El uso de términos como “damas” o “señora” para referirse a ellas resulta bastante irónico.

4. Llama la atención una profesión atribuida a una mujer que aparece en el relato
¿Cuál es? ¿Podría estar utilizada en sentido figurado? Cita las dos ocasiones en
las que aparece nombrado tal oficio.
Se trata de la profesión de barbera. Era un oficio que solían realizar las mujeres.

5. Otro rasgo que informa sobre el realismo es el dar nombre y apellidos a los
personajes ¿Cuál aparece en este cuento? Niccoló de Cignano ¿Cómo se le
apoda? 
Salabaetto. La utilización de aquel apodo era signo del realismo que impregna la obra. 

6. ¿Qué moneda utilizan? Florines ¿Tendría tanta importancia la referencia a una
determinada moneda en la sociedad feudal?
En el Conde Lucanor, se habla de riqueza e incluso dinero, pero no aparece una moneda concreta.

Aspectos relacionados sobre el Cuento de Don Juan Manuel

1. ¿A qué nivel social crees que pertenece el Conde Lucanor?
A la nobleza.

2. ¿A qué nivel social dirige sus consejos el autor?
A su clase social, en aquel momento, se encontraba en un momento de crisis.

3. ¿Qué consejo da?
Aconseja a los nobles que se unan frente a los comunes enemigos.

4. ¿Con qué palabras lo resume Don Juan Manuel al final del cuento?
Con la moraleja en verso:
"Estando protegido de otros daños, evitad que os lo causen los
extraños"


5. ¿Crees que con este consejo Don Juan Manuel se puede estar refiriendo a la
situación de crisis en la que se encuentra la nobleza feudal en la época en la que
escribe sus relatos?
Sí, ya que había una sociedad con muchas necesidades.



 
 

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