domingo, 21 de noviembre de 2010 | By: FiloPride

El cuento medieval: Realismo literario

Conocimiento
sobre la realidad mercantil de su tiempo que tenía Boccaccio
 Una siciliana le quita con destreza a un mercader lo que ha
llevado a Palermo; y él, haciendo que ha vuelto con mucha más mercancía
que antes, pidiéndole dinero prestado, le deja agua y estopa.


“En las ciudades costeras que tienen puerto solía haber, y tal vez aún hoy la
haya, una usanza por la que todos los mercaderes que llegan a ellas con
mercancías, haciéndolas descargar, las llevan todas a un almacén que en
muchos lugares se llama aduana, mantenida por el “comune” o por el señor de
la ciudad; y allí dándoles a los empleados por escrito toda la mercancía y el
valor de ésta, estos le dan al mercader un depósito donde él coloca su
mercancía y lo cierra con llave; y los mencionados aduaneros escriben
después en el libro de la aduana a nombre del mercader toda su mercancía, y
luego hacen que el mercader pague sus derechos por toda o por parte de la
mercancía que saque de la aduana. Y por este libro de la aduana muchas
veces los intermediarios se informan de la calidad y de las cantidades de las
mercancías que allí hay, y también quiénes son los mercaderes que las tienen;
con quien ellos luego, según les surge la ocasión, tratan de cambios, trueques,
ventas y otras operaciones.
Y esta usanza, como en otros muchos lugares, se daba en Palermo, en
Sicilia, donde igualmente había, y aún hay, muchas mujeres bellísimas de
cuerpo pero enemigas de la honestidad, que, por quienes no las conocen,
serían y son consideradas grandes y honestísimas damas. Y habiéndose dado
por completo no a afeitarles, sino a esquilarles, cuando ven a un mercader
forastero, se informan de inmediato por el libro de la aduana de lo que tiene y
de lo que puede lograr; y después con sus actos agradables y amorosos y con
dulcísimas palabras tratan de seducirlos a estos tales comerciantes y
arrastrarlos a su amor; y han arrastrado ya a muchos, a quienes les han
arrancado de las manos buena parte de su mercancía, y a muchos toda; y los
ha habido que tanto la mercancía como el barco, como la carne y los huesos
se han dejado, tan suavemente ha sabido la barbera manejar la navaja.
Pero, no hace mucho tiempo, sucedió que, enviado por sus patronos, llegó
allí un joven florentino nuestro llamado Niccolò de Cignano, aunque se le
llamaba Slabaetto, con muchos paños de lana que le habían sobrado en la
feria de Salerno, que podían valer unos quinientos florines de oro, los puso en
un depósito y sin mostrar mucha prisa en despacharlos, comenzó a irse a
divertir de vez en cuando por la ciudad. Y como era blanco y rubio y muy
agradable, y tenía una buena presencia, sucedió que una de esas barberas,
que se hacía llamar doña Biancofiore, habiendo oído algo de sus asuntos, le
puso los ojos encima; y cuando él lo advirtió, considerando que fuese una gran
señora, se imaginó que le gustaba por su belleza, y se pensó querer llevar muy
cautamente ese amor, y sin decirle nada a nadie comenzó a pasar ante la casa
de ella. Y ella, al advertirlo, después de que durante varios días le hubo
encendido bien con los ojos, mostrando que se consumía por él, le mandó en
secreto a una de sus mujeres que sabía hacer perfectamente de rufiana. La
cual, casi con lágrimas en los ojos, después de muchas historias le dijo que él
con su belleza y su agrado había conquistado de tal modo a su señora, que
ella no encontraba reposo ni de día ni de noche; y por ello, si él quisiese, ella
deseaba más que nada poder encontrarse con él secretamente en unos baños,
y tras esto, sacándose un anillo de la bolsa, se lo regaló de parte de su señora.
Salabaetto, al oír esto, fue el hombre más feliz que nunca hubiese (...)”
 
CUENTO IX. LO QUE SUCEDIÓ A LOS DOS CABALLOS CON EL LEÓN 
 
Un día le dijo el Conde Lucanor a su consejero Patronio:
-Patronio, hace mucho tiempo que yo tengo un enemigo que me ha hecho
mucho daño y yo a él, de modo que estamos muy desavenidos. Ahora sucede que
otra persona mucho más poderosa que nosotros dos está empezando a hacer
ciertas cosas de que ambos tememos nos pueda venir mucho daño, y mi enemigo
me propone que hagamos las paces para defendernos, pues si nos juntamos lo
podemos hacer, mientras que separados nos podrán destruir al uno y al otro muy
fácilmente. Yo no sé qué resolver, pues temo, por una parte, que mi enemigo me
quiera engañar y que si hacemos las paces habremos de fiarnos uno del otro, con
lo que tendrá ocasión para apoderarse de mí o matarme, y, por otra parte, estoy
persuadido que si no nos hacemos amigos nos puede venir mucho daño por lo
que os he dicho. Por la confianza que tengo en vos y en vuestro buen criterio os
ruego me digáis lo que de esto os parece.
-Señor Conde Lucanor - dijo Patronio-, la cosa tiene sus dificultades. Me
gustaría que, para comprender qué es lo que os conviene, supierais lo que
sucedió a dos caballeros que vivían con el infante don Enrique en Túnez.
El conde le pidió que se lo refiriera.
-Señor conde - comenzó Patronio-, había dos caballeros con el infante don
Enrique en Túnez, que eran muy amigos y que vivían juntos. Estos dos caballeros
no tenían más que dos caballos, y tanto como los dueños se querían bien, los dos
animales se querían mal. Los dos caballeros no eran tan ricos que pudieran tener
distintos aposentos para cada uno, pero tampoco, por la mal querencia de sus
caballos, podían compartirlo, lo cual les era muy enojoso. Cuando pasó tiempo y
se convencieron de que la cosa no tenía remedio, dijeron al infante lo que les
pasaba y le pidieron les hiciera el favor de echar aquellos caballos a un león que
tenía el rey de Túnez. Don Enrique habló con el rey, quien pagó muy bien los
caballos a sus dueños y los mandó meter en un patio, donde estaba el león. Al
verse los caballos solos en el patio, porque el león aún no había salido del lugar
donde estaba encerrado, se atacaron con mucha saña. Estando ellos en lo más
duro de su pelea, abrieron la puerta al león; al salir éste los dos caballos
empezaron a temblar y a acercarse mucho el uno al otro. Cuando estuvieron
juntos se quedaron quietos un momento, se fueron los dos luego para el león y lo
pusieron tal, a coces y a bocados, que hubo de meterse en el mismo lugar de
donde había salido. Desde entonces fueron tan amigos los dos caballos que
comían muy a gusto en el mismo pesebre y dormían el uno junto al otro. Esta
amistad nació en ellos del miedo que a los dos les infundió el león.
Vos, señor Conde Lucanor, si creéis que ese enemigo vuestro teme mucho al
otro y os necesita a vos, porque comprende que solo con vos se puede defender,
y ello hasta el punto de olvidar el daño que os habéis hecho, pienso que del
mismo modo que los caballos se fueron acercando hasta que perdieron el recelo
mutuo y estuvieron seguros el uno del otro, vos acabaréis por inspirar confianza a
vuestro enemigo y perderle el miedo. Y si constantemente halláis en él buenas
obras y lealtad, de modo que estéis moralmente cierto de que en ningún tiempo,
por seguro que esté, os hará daño alguno, haréis muy bien en ayudarle y en
pedirle auxilio para que no os destruya un tercero, pues mucho debemos favorecer
y mucho debemos disimular a nuestros parientes y a nuestros vecinos para ser
por ellos defendidos contra los extraños. Si viereis, por el contrario, que vuestro
enemigo es de tal condición que cuando le hubierais ayudado y hubiere salido por
vos del peligro, al tener en salvo lo suyo se revolverá contra vos, de modo que no
os podéis fiar de él, haríais mal en ayudarle, sino que debéis alejaros de él,
considerando que si en tanta apretura no quiso deponer la mala voluntad que
antes os tenía y esperó a que de nuevo las circunstancias le permitieras haceros
daño, no debéis ayudarle de ninguna manera a salir del peligro en que esté
metido.
Al conde agradó mucho lo que le dijo Patronio y vio que le daba un consejo muy
bueno. Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo mandó escribir en este
libro e hizo unos versos que dicen así:
 
Estando protegido de otros daños,
evitad que os lo causen los extraños.
 
Aspectos relacionados sobre el Cuento de Boccaccio
 
1. Cita cuatro rasgos de la vida mercantil de la época de Boccaccio.
Aporta detalles muy certeros sobre esta realidad, como: 
 
· Vida del puerto en las ciudades costeras
· Aduana
· “Comune”: municipio.
· Libro de la aduana, donde se apuntaban datos de interés sobre las
mercancías que entraban al puerto y los mercaderes que las traían.
· Florines
 
2. Incide en el realismo la cita de lugares concretos. ¿En qué ciudad se desarrolla
el cuento?
Palermo, en Sicilia.

3. Por lo que dice el autor. ¿A qué tipo de damas crees que se refiere aunque las
califique de grandes y honestísimas?
Eran famosas las cortesanas de Palermo. El uso de términos como “damas” o “señora” para referirse a ellas resulta bastante irónico.

4. Llama la atención una profesión atribuida a una mujer que aparece en el relato
¿Cuál es? ¿Podría estar utilizada en sentido figurado? Cita las dos ocasiones en
las que aparece nombrado tal oficio.
Se trata de la profesión de barbera. Era un oficio que solían realizar las mujeres.

5. Otro rasgo que informa sobre el realismo es el dar nombre y apellidos a los
personajes ¿Cuál aparece en este cuento? Niccoló de Cignano ¿Cómo se le
apoda? 
Salabaetto. La utilización de aquel apodo era signo del realismo que impregna la obra. 

6. ¿Qué moneda utilizan? Florines ¿Tendría tanta importancia la referencia a una
determinada moneda en la sociedad feudal?
En el Conde Lucanor, se habla de riqueza e incluso dinero, pero no aparece una moneda concreta.

Aspectos relacionados sobre el Cuento de Don Juan Manuel

1. ¿A qué nivel social crees que pertenece el Conde Lucanor?
A la nobleza.

2. ¿A qué nivel social dirige sus consejos el autor?
A su clase social, en aquel momento, se encontraba en un momento de crisis.

3. ¿Qué consejo da?
Aconseja a los nobles que se unan frente a los comunes enemigos.

4. ¿Con qué palabras lo resume Don Juan Manuel al final del cuento?
Con la moraleja en verso:
"Estando protegido de otros daños, evitad que os lo causen los
extraños"


5. ¿Crees que con este consejo Don Juan Manuel se puede estar refiriendo a la
situación de crisis en la que se encuentra la nobleza feudal en la época en la que
escribe sus relatos?
Sí, ya que había una sociedad con muchas necesidades.



 
 

Estructuras Medievales

El Decamerón de Boccaccio es una colección de cien relatos que se desarrollan en un
marco concreto: siete mujeres y tres hombres, huyendo de la peste que brotó en Florencia
hacia 1348, deciden refugiarse en una casa a las afueras de la ciudad hasta que pase el peligro de la epidemia. Con el fin de entretenerse y huir de la melancolía, estos jóvenes cultivados juegan a relatar cuentos durante cada uno de los días que pasen allí encerrados, exceptuando los propios de precepto religioso. La técnica narrativa, en marco, utilizada por Boccaccio para su colección de cuentos, procede seguramente de la narrativa oriental (Mil y una Noches) y es utilizada, por ejemplo, en España, por Don Juan Manuel para englobar los diferentes ejemplos de su Libro del Conde Lucanor. Don Juan Manuel concluye, de manera similar, cada relato con una máxima puesta en boca del propio Don Juan Manuel.


“Ya en la cima de los más altos montes, el domingo por la mañana, aparecían los rayos
de la naciente luz, y disipadas todas las sombras, las cosas se distinguían
manifiestamente, cuando levantándose la reina con su compañía, después que hubieron
comido con alegría y fiesta, cantaron y bailaron un poco; y después, autorizados por la
reina, quien quiso pudo irse a descansar. Pero una vez que el sol había traspasado ya el
círculo del mediodía, como la reina quiso, sentándose todos junto a una bonita fuente
para el acostumbrado relatar, por orden de la reina, Neifile así comenzó:
"GULFARDO TOMA DINERO PRESTADO A GUASPARRUOLO Y, COMO HABÍA
ACORDADO CON LA ESPOSA DE ÉSTE QUE SE IBA A ACOSTAR CON ELLA, SE LO
DA A ELLA COMO SI FUESE ÉSE, Y LUEGO EN PRESENCIA DE ELLA LE DICE A
GUASPARRUOLO QUE SE LO HA DADO A ELLA,Y ELLA DICE QUE ES VERDAD"
Si Dios ha dispuesto así que yo deba dar comienzo a la siguiente jornada con mi
relato, pues ello me place. Y, por esto, amorosas señoras, como quiera que se ha hablado
mucho que las burlas de las mujeres han hecho a los hombres, quiero contaros una
hecha por un hombre a una mujer, no porque pretenda reprobar con ella lo que hizo el
hombre o decir que no le estuviese bien empleado a la mujer, sino para alabar al hombre
y reprobarla a ella y para demostrar que también los hombres saben burlarse de quien
confía en ellos, como se burlan de ellos quienes son dignos de su confianza. Pero sucede
que, si se quisiese hablar con más propiedad, lo que voy a decir no se llamaría burla,
sino que se diría algo merecido; pues, como quiera que debe ser muy honesta, y
conservar su castidad como a su vida y no llegar por ninguna razón a empeñarla (y como,
no obstante, esto no se logra plenamente como se debería, por nuestra fragilidad) afirmo
que aquella que llega a ello por dinero es digna de la hoguera; porque quien llega por
amor, conociendo sus fuerzas extraordinarias, se merece el perdón de un juez no
demasiado severo, como hace pocos días lo mostró Filóstrato que le había sucedido a
doña Filippa en Prato. Hubo pues una vez en Milán un alemán a sueldo con aquellos a cuyo servicio
entraba, lo que pocas veces suele ocurrir a los alemanes y como en los préstamos de
dinero que se le hacían era muy fiel pagador, habría encontrado muchos mercaderes que
le habrían prestado cualquier cantidad de dinero por poco interés. Viviendo en Milán,
depositó éste su amor en una señora muy bella llamada doña Ambruogia, esposa de un
rico mercader que tenía por nombre Guasparruol Cagastraccio, que era muy amigo y
conocido suyo; y amándola muy discretamente, sin que ni el marido ni nadie lo
advirtiesen, un día solicitó hablarle, rogándole que quisiese acceder a ser cortés con su
amor, y que él estaba, por su parte, dispuesto a hacer lo que ella le ordenase. La señora,
después de muchas historias, llegó a concluir que estaba dispuesta a hacer lo que
Gulfardo quisiese con las dos condiciones siguientes: la una, que jamás se lo desvelase a
nadie, la otra que, como sucedía que ella tenía necesidad de doscientos florines de oro
para un asunto suyo, quería que él, que era un hombre rico, se lo diese, y en lo sucesivo
estaría siempre a su servicio. Gulfardo, al oír la codicia de ella, indignado por la vileza de quien él creía que era una gran señora, convirtió casi en odio su ferviente amor y pensó que debía burlarse de ella; y le mandó a decir que le complacía sumamente tanto eso como cualquier otra cosa que él pudiese; y por ello, que le mandase a decir cuándo quería que fuese a verla, que se lo llevaría, y que jamás nadie sabría nada de eso, salvo un compañero suyo del que confiaba mucho y que iba siempre a acompañarlo en lo que decía. La señora, o más bien la mala mujer, al oír esto se puso contenta, y le mandó a decir que Guasparruolo, su
marido, de ahí a pocos días debía ir por asuntos suyos a Génova, y que entonces ella se lo haría saber y mandaría por él. Gualfardo, cuando le pareció el momento, se fue a Guasparruolo y así le dijo:

- Estoy a punto de hacer un negocio para el que necesito doscientos florines de oro, que
quiero que me los prestes con el interés con el que sueles prestarme otros.
Guasparruolo dijo que estaba de acuerdo y le contó el dinero de inmediato.
De ahí a pocos días, Guasparruolo se fue a Génova, como la señora le había
dicho; por lo que ésta mandó a Gulfardo que fuese a verla y llevase los doscientos florines
de oro. Gulfardo, llevando a su compañero, se fue a casa de la señora; y la encontraba
esperándole, lo primero que hizo fue ponerle en sus manos los doscientos florines de oro,
en presencia de su compañero, que así le dijo: - Mi señora, tomad este dinero y dádselo a
vuestro marido cuando regrese. La señora lo tomó y no entendió por qué Gulfardo dijese aquello, pero creyó que lo hiciese para que su compañero no advirtiese que él se lo daba a ella como pago; por lo que dijo: - Lo haré de buena gana, pero quiero ver cuánto es.
Y echándolo sobre una mesa y viendo que eran doscientos, poniéndose muy
contenta, volvió a guardarlos. Y regresó con Gulfardo y llevándolo a su alcoba lo satisfizo
con su cuerpo no sólo aquella noche, sino otras muchas antes de que su marido volviese
de Génova. Al volver Guasparruolo de Génova, de inmediato Gulfardo, asegurándose de que
estaba con su esposa, fue a verle, y en presencia de ella dijo:
- Guasparruolo, el dinero, o sea los doscientos florines de oro que el otro día me
prestaste, no los necesité porque no pude cerrar el trato para que el que los tomé; y por
ello se los traje enseguida a tu esposa y se los di, y por tanto cancélame la deuda.
Guasparruolo, vuelto a su esposa, le preguntó si los había recibido, y ella, que
tenía allí al testigo, no supo negarlo, sino que le dijo: - Desde luego que sí los recibí, pero
no me había acordado aún de decírtelo.
Dijo entonces Guasparruolo: - Gulfardo, me parece bien; id con Dios que yo me
ocuparé de vuestra cuenta. Al marcharse Gulfardo y quedarse escarnecida la señora, le dio a su marido el
deshonesto precio de su maldad; y así, el sagaz amante gozó sin costo de su avara
señora.


CUENTO VIII. LO QUE SUCEDIÓ A UN HOMBRE AL QUE TUVIERON QUE LIMPIAR
EL HÍGADO.
“Una vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y díjole así:
-Patronio, sabed que, a pesar de que Dios me ha hecho en varias cosas mucha
merced, en este momento me hallo necesitado de dinero. Aunque el hacerlo me resulta
tan penoso como la muerte, creo que voy a tener que vender una de las fincas a que
tengo más cariño o hacer otra cosa que me duela tanto como esto. Sólo haciéndolo
saldré del agobio y apretura en que estoy. Pues precisamente cuando he de hacer lo que
tanto me cuesta, vienen a mí gentes que yo sé que no lo necesitan a pedirme dinero. Por
la confianza que tengo en el entendimiento que Dios os ha dado, os ruego me digáis lo
que creéis que yo debo hacer.
-Señor Conde Lucanor - dijo Patronio -, me parece que os pasa con esa gente lo
que pasó a un hombre muy enfermo.
El conde le preguntó qué le había pasado.
-Señor conde - dijo Patronio-, había un hombre muy enfermo, al cual le dijeron los
médicos que no podía curarse si no le hacían una abertura por el costado y le sacaban el
hígado para lavárselo con medicinas que lo dejarían libre de las cosas que lo habían
dañado. Cuando le estaban operando y tenía el cirujano su hígado en la mano, un hombre
que estaba a su lado empezó a decirle que le diera un pedazo de aquel hígado para su
gato.
Vos, señor Conde Lucanor, si queréis perjudicaros por dar dinero a quien sabéis
no lo necesita, lo podéis hacer, pero nunca lo haréis por consejo mío.
Al conde le agradó mucho lo que Patronio le dijo y se guardó de hacerlo en
adelante y le fue muy bien. Como don Juan vio que este cuento era bueno, lo mandó
escribir en este libro e hizo unos versos que dicen así:
El no saber qué se debe dar
Daño a los hombres ha de reportar.
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"Cuento del Decamerón"

-MARCO DEL AUTOR
Corresponde a las palabras del Boccaccio: Título de la jornada y situación de los narradores
“Ya en la cima de los más altos montes, el domingo por la mañana, aparecían los rayos de la naciente luz, y disipadas todas las sombras, las cosas se distinguían manifiestamente, cuando levantándose la reina con su compañía, después que hubieron comido con alegría y fiesta, cantaron y bailaron un poco; y después, autorizados por la reina, quien quiso pudo irse a descansar. Pero una vez que el sol había traspasado ya el círculo del mediodía, como la reina quiso, sentándose todos junto a una bonita fuente para el acostumbrado relatar, por orden de la reina, Neifile así comenzó:


-MARCO DEL NARRADOR
Comienzo del cuento propiamente dicho. En este caso la narradora es
Neifile. Se expresa en primera persona para reflexionar sobre el cuento
que va a relatar y la enseñanza que quiere que de éste se extraiga.




-RELATO
(en tercera persona)
Comienza así: “Hubo una vez un alemán a sueldo..." y concluye con las siguientes palabras:
“Al marcharse Gulfardo y quedarse escarnecida la señora, le dio a su marido el deshonesto precio de su
maldad; y así, el sagaz amante gozó sin costo de su avara señora.”


"Cuento del Libro del Conde Lucanor"
Observa cómo la intención didáctica se expresa reiteradamente en cada una de las
partes. Todas ellas inciden en el mismo asunto. Éste es presentado en la parte de marco
cuando lo plantea el Conde Lucanor. Queda ejemplificado a través del cuento. Y se
concluye con el pareado final puesto en boca del propio autor. De este modo, el tema que
es presentado como un problema particular pasa a ser de validez universal en las
palabras finales del autor.

-MARCO DEL NARRADOR

Lucanor y Patronio conversan. El Conde pide un consejo a Patronio. Éste en vez de aconsejarle directamente, le cuenta un ejemplo. Se convierte así en el narrador del cuento propiamente dicho. El narrador de esta parte sería el propio Don Juan Manuel.


-MARCO DEL AUTOR
Don Juan Manuel se introduce en cada uno de los relatos, presentándose en tercera persona y concluyendo con una reflexión sobre el tema tratado en forma de pareado.








Edad Media

Economía de la Baja Edad Media

Castillo Medieval

sábado, 20 de noviembre de 2010 | By: FiloPride

El cuento medieval: constantes temáticas

El cuento de Boccaccio, perteneciente a la Jornada VI del Decamerón,
bajo el mandato de Elisa:
Quiquibio, cocinero de Currado Gianfigliazzi, con una
rápida respuesta para salvarse, convierte la ira de Currado en risa, y escapa
del castigo con que éste le había amenazado.

Ya se callaba Lauretta y todos habían alabado muchísimo a Nonna, cuando
la reina le ordenó a Neifile que continuase; y ella dijo:
- Aunque el rápido ingenio, amorosas señoras, preste a menudo palabras
útiles y bellas, según los casos, a quien habla, también la fortuna, que a veces
ayuda a los temerosos, pone súbitamente en su lengua algunas de esas que
jamás quién habla habría sabido encontrar con el ánimo sosegado; y esto es lo
que pretendo demostraros con mi cuento.
Currado Gianfigliazzi, como todas vosotras habéis podido ver y oír, ha sido
siempre un notable ciudadano de nuestra ciudad, liberal y espléndido, y llevando
continuamente vida caballeresca se ha deleitado con perros y aves de caza, por
no decir ahora sus más destacadas obras. El cual, habiendo matado un día con un
halcón suyo una grulla junto a Perétola, al verla gorda y tierna se la mandó a un
buen cocinero suyo que se llamaba Quiquibio y era veneciano; y se la mandó
diciendo que se la asase para la cena y se la preparase bien. Quiquibio, que era
tan ridículo charlatán como parecía, una vez preparada la grulla, la puso al fuego y
comenzó con diligencia a cocinarla. Y estando ya casi hecha y despidiendo un olor
buenísimo, sucedió que una mujercilla del barrio, que se llamaba Brunetta y de
quien Quiquibio estaba muy enamorado, entró en la cocina, y al percibir el olor de
la grulla y al verla, le rogó cariñosamente a Quiquibio que le diese uno de sus
muslos. Quiquibio le respondió como cantando y dijo:
- No lo tendréis de mí, doña Brunetta, no lo tendréis de mí.
Por lo que doña Brunetta, enfadada, le dijo:
- Por Dios, que si no me lo das no tendrás nunca de mí nada que te guste.
Y, para abreviar, la discusión fue larga; al final Quiquibio, para no contrariar
a su señora, arrancándole uno de los muslos a la grulla, se lo dio.
Al llevar luego ante Currado y algún huésped suyo la grulla sin muslo, y al
asombrarse Currado de ello, hizo llamar a Quiquibio y le preguntó qué le había
pasado al otro muslo de la grulla. Y el veneciano mentiroso respondió enseguida:
-Mi señor, las grullas no tienen más que un muslo y una pata.
Currado, entonces, dijo enojado:
-¿Cómo diablos no tienen más que un muslo y una pata? ¿Es que es esta
la primera grulla que veo?
Quiquibio continuó:
- Señor, es como yo os digo; y cuando queráis os lo haré ver en los vivos.
Currado, por respeto a los huéspedes que tenía con él no quiso seguir
discutiendo, sino que dijo :
-Ya que dices que me lo harás ver en los vivos, algo que jamás ni vi ni oí
decir que ocurriese, pues quiero verlo mañana por la mañana y me quedaré
satisfecho; pero te juro por el cuerpo de Cristo que, si es de otro modo, te
arreglaré de manera que para tu desgracia te acordarás de mi nombre mientras
vivas.
Acabada pues esa noche la discusión, a la mañana siguiente, cuando
asomó el día, Currado, a quien el sueño no le había calmado la ira, aún todo
indignado se levantó y ordenó que le llevasen los caballos; y haciendo montar a
Quiquibio sobre un rocín, le llevó hacia un río, en cuya orilla siempre, al amanecer,
se solían ver grullas, diciendo:
- Pronto veremos quién mintió anoche, si tú o yo.
Quiquibio, al ver que la ira de Currado aún duraba y que tenía que
demostrar su mentira, sin saber cómo arreglárselas cabalgaba tras Currado más
muerto que vivo, y de buena gana si hubiese podido se habría escapado; pero
como no podía, miraba, bien adelante, bien atrás y a los lados, y lo que veía creía
que eran grullas que estaban a dos patas.
Pero ya una vez llegados cerca del río, consiguió ver antes que nadie en la
orilla de éste unas doce grullas, que estaban todas sobre una pata, como suelen
hacer cuando duermen; por lo que él, mostrándoselas rápidamente a Currado,
dijo:
- Señor, podéis ver perfectamente que anoche os dije la verdad, que las
grullas no tienen más que un muslo y una pata, si miráis a aquellas que están allí.
Currado al verlas dijo:
- Espérate, que te demostraré que tiene dos.
Y acercándose algo más a ellas, gritó:
- ¡Ox, ox!
Y a este grito las grullas, sacando fuera la otra pata, después de algunas
zancadas, comenzaron todas a huir; por lo que Currado, volviéndose a Quiquibio,
le dijo:
-¿Qué te parece, bribón? ¿Te parece que tienen dos?
Quiquibio, casi aturdido, sin saber ni él mismo de dónde le venía, respondió:
- Sí, señor, pero a la de anoche no le gritasteis: “¡ox, ox!”; porque si le
hubieseis gritado así, ella habría sacado el otro muslo y la otra pata, como han
hecho éstas.
A Currado le gustó tanto la respuesta que toda su ira se mudó en alegría y
risa, y dijo:
- Quiquibio, tienes razón; debía haberlo hecho.
Así pues, con su rápida y divertida respuesta, Quiquibio esquivó el castigo y
se reconcilió con su señor.

El episodio de Pitas Payas incluido en el Libro de Buen Amor.
EJEMPLO DE LO QUE ACONTECIÓ A DON PITAS PAYAS, PINTOR DE
BRETAÑA.

Del que olvidó a la dueña te contaré la hazaña;
si creyeres que es burla, dime tú otra tamaña.
Erase Pitas Payas, un pintor de Bretaña,
Casó con mujer moza, gustaba su compañía.
Antes del mes cumplido, él dijo: “Marcharé
a viajar a Flandes, y donde os traeré”.

 Ella dice: “Señor, yo bien lo aceptaré;
no olvidéis vuestra casa ni a mí, que quedaré”.
Dijo don Pitas Payas: “Mi dueña de hermosura,
quiero pintar en vos una buena figura,
para que así os guardéis de toda otra locura”.

Ella dice: “Señor, haced vuestra mesura”.
Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero.
Fuese don Pitas Payas, cual nuevo recadero.
Estuvo allá dos años –no regresó al primero -:
se le hacía a la dueña un mes un año entero.
Como estaba la moza, poco hacía, casada,
- con su marido había hecho poca morada -,
un amante tomó y pobló la posada:
deshízose el cordero, ya de él no queda nada.

Pero, cuando ella oyó que venía el pintor,
muy deprisa envió por aquel su amador;
dijo que le pintase, cual pudiese mejor,
en aquel lugar mismo un cordero menor:
pintole con la prisa un adulto carnero,
provisto en la cabeza de todo un buen apero.
Luego, en el mismo día, llegó allí el mensajero:
que ya don Pitas Payas se acercaba certero.

Cuando el pintor de Flandes por fin hubo venido,
por su misma mujer fue muy mal recibido;
una vez que en la sala los dos se han recogido,
la señal que le hiciera no la ha echado en olvido.
Dijo don Pitas Payas: “Mi señora, enseñad
la figura que os hice, y tengamos solaz.”

Dice ella: “Mi señor, venid vos y mirad;
todo lo que queráis observar, observad”.
Miró don Pitas Payas el ya dicho lugar
y encontró un gran carnero de armas de prestar:
“¿Cómo es esto, señora? ¿Cómo habéis de explicar
que yo pinté un cordero y encuentro este manjar?”

Mas como en estos hechos es la mujer peor
y más sutil, le dice: “¡Y cómo, mi señor,
un cordero en dos años no es carnero mayor?”:
habed venido antes, y sería menor”.
Aprende en este ejemplo, no dejes lo obtenido;
no seas Pitas Payas: para otro ha recogido.
A la mujer incita con un hablar rendido:
cuando te lo prometa, no lo eches en olvido”.(…)

A continuación puedes ir observando los aspectos comunes y las
diferencias de cada uno de los textos
BOCCACCIO & ARCIPRESTE DE HITA

1.-Está escrito en prosa o en verso:          1.Prosa           2.Verso
2.-Pertenece a la corriente literaria:           1.Humanismo  2.Mester de clerecía
3.-Nacionalidad:                                         1.Italiana          2.Española
4.-¿En cuál de estos capítulos del             1.En el tercero 2.En el tercero
   Decamerón incluirías cada cuento?
- Trata de quien con el ingenio
   lograse algo muy deseado.
- Aquellos cuyos amores
   tuvieron infeliz final.
- Quién, al ser provocado, se
defendió con algún agradable
dicho ingenioso, o con rápida
respuesta evitó una pérdida,
un peligro o un escarnio.
5.-¿Cuál es la contestación? Escribe la rápida respuesta que ofrece cada uno de los dos autores.
                        1.     Sí,señor,pero a la de anoche no le gritasteis: "¡ox, ox!";porque
                                si hubieseis gritado así, ella habría sacado el otro muslo y la otra
                                pata como han hecho éstas.
                        2.     "¡Y cómo, mi señor,un cordero
                                 en dos años no es carnero mayor!":
                                 habed venido antes, y sería menor.
6.-¿Qué reacción provoca en el antagonista? 1. La clemencia y la risa 
                                                                    2.No está mencionado en los textos.
7.-¿Qué consigue con ello?   1.El perdón de su amo 
                                             2.Escarmento del marido que no está presente.
8.-¿Qué reacción provoca en el lector?   1.La risa  2.La risa
9.-¿Crees que es moralizante?  1.No exactamente.Simplemente el autor quiere
                                                   mostrar como librarse de un peligro.
                                                2.No es moralizante exactamente del todo.
                                                   Entra en juego la ambigüedad del propio
                                                   arcipreste, es decir que la moralidad es ambigua como
                                                   la que muestra el autor.
10.-Pon un título a cada uno.   1.El muslo de la grulla,reconciliación.
                                               2.Las promesas,promesas son.

SEMEJANZAS:
-Las dos obras generan cierta risa en el lector.
-Pertenecen al siglo XIV
-Muestran que hay respuestas rápidas y la inteligencia ágil que libran de peligros.

DIFERENCIAS:
-Nacionalidad de los autores.
-Movimiento cultural al que pertenecen.
-Estamento social.
-Un texto en prosa otro en verso.

CONCLUSIONES:
Podemos destacar el sentido del humor en los textos, la capacidad del ingenio que se puede tener, el disfrute
de la vida...
Ambos autores parecen conocer una misma historia pero con diferentes maneras de tratarla en sus textos.
viernes, 12 de noviembre de 2010 | By: FiloPride

La danza y la música medievales

Kamelot Classic
Danza cortesana

El carol (villancico) : composición inglesa que
surgió durante el siglo XV.
 Originalmente era una danza homofónicacon
partes a solo y coral alternándose.
 Hacia el siglo XV se cultivó como Encarnación.
 Consta de un número de estrofas cantadas con
la misma música y un estribillo con propia frase
musical, que se entonaba comenzando y se repetía
después de cada estrofa.
 No eran canciones populares, pero sus melodías
frescas y sus ritmos ternarios le dan un aire popular
y una naturaleza inconfundiblemente inglesa.

El saltarello : gozaba de gran popularidad en las
cortes de la Edad Media en Europa.
 Durante el siglo XV, la palabra saltarello se convirtió
en el nombre de un paso de baile en particular
(un doble salto en el tiempo débil final o inicial) y el
nombre de un ritmo músical, que aparecen en muchas
danzas coreografiadas.
 Se bailaba por grupos de cortesanas vestidas de
hombres enmascaradas.
 Dio lugar a la quadernaria en Alemania, que derivó
en el saltarello tedesco (saltarello alemán) en Italia.